El crecimiento y desarrollo de un individuo está determinado desde la etapa embrionaria por su genética y los factores ambientales con los que interactúa. Los riesgos para la salud durante la infancia y edad adulta pueden programarse durante las etapas fetal-neonatales, incluso previo a la concepción. Esta programación metabólica precoz puede afectar al desarrollo posterior de enfermedades como la obesidad y otras enfermedades no transmisibles (ENT) asociadas. La vida temprana, por la gran plasticidad que la caracteriza, constituye el momento ideal para intervenir y prevenir el riesgo de ENT.
La nutrición funcional prioriza la individualidad bioquímica, lo que permite la planificación de los alimentos, y por ende , programar los genes de la madre y del padre para reducir la expresión de genes asociados con enfermedades y “optimizar la expresión” de genes asociados a la Salud , prevención de alergias alimentarias, lograr una mayor capacidad cognitiva, así como reducir la aparición de síntomas relacionados con el embarazo, y la aparición tanto de complicaciones menores como mayores (diabetes gestacional, pre-eclampsia).
Un aporte adecuado tanto de macro como de micronutrientes es esencial para lograr los resultados perinatales óptimos y un patrón de alimentación saludable no siempre es suficiente para cubrir las necesidades aumentadas durante esta etapa.
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