Se calcula que una de cada diez personas sufre esta patología, que se caracteriza por esa inflamación crónica que provoca enrojecimiento de algunas zonas de la piel, picores, acné, sensación de ardor… y otros síntomas.
El sistema inmune y los mecanismos neurovasculares son dos pilares fundamentales en la aparición de la rosácea, pero también hay que prestar atención al eje intestino-piel y a la dermobiota, que constituyen los millones de microorganismos que pueblan nuestra dermis.
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